A veces pienso que para “triunfar” en la vida, hay que ser GILIPOLLAS, me refiero al triunfo que todo el mundo entiende como tal (una buena posición social, laboral, económica......), todavía no me he topado con alguien que haya conseguidos esos triunfos y no sea gilipollas. Y es que miro alrededor y me digo – !!!!COÑO, ESTOY “RODEAO”!!!!!- pero en verdad digo que los auténticos triunfadores somos nosotros, los que entendemos el triunfo en una sonrisa, en un paseo por el campo, en una mirada cómplice de un amigo, en la solidaridad de un compañero de trabajo, en el agradecimiento de un niño cuando le ayudas a conseguir un reto para él, en el contacto de un rayo de sol en tu piel, al escuchar una canción cantada desde el alma, en el te quiero de tu pareja, en el ser ricos sin tener un duro, en un brindis por la vida con una buena botella de vino tinto, en ver los saltos de un ciervo en libertad, en sentir el planeta vivo bajo unos pies descalzos, en abrazar el viejo tronco de un árbol centenario, en hacer que la gente se ría, en seguir jugando a todo, aunque para aquellos “triunfadores” seamos mayores para jugar, en acostarse con la conciencia limpia, y dormir tranquilo.
Los auténticos triunfadores somos lo que somos, mas no lo que tenemos, para los otros triunfadores es lo contrario, y paradójicamente, cuanto más poseen, menos tienen, estos triunfadores, tienen un denominador común, que es la ausencia de amigos, aunque siempre están rodeados de gente (parásitos, que cuando ya no hay donde chupar......, a tomar por culo la bicicleta), la riqueza del autentico triunfador está en el amor, porque si el que siembra trigo recoge trigo, el que siembra amor, recibe amor, y cuanto más se siembra, más se cosecha, y mira por donde a los otros triunfadores le pasa lo mismo, siembran con su poder, desde lo alto de su pedestal, la desconfianza, la soberbia, el egoísmo, la discordia, la ambición, dejando un rastro de tristeza, amargura, ira y odio en todo cuanto rozan con su pestilente presencia, y eso es lo que cosechan, traducido en buena posición social, laboral, económica...., y se creen felices, dominadores y dueños de nuestras vidas, pero nosotros reímos, y nos reímos de ellos, y cuanto más grande es nuestra risa, más grande es nuestro triunfo, y el día en que desencarnemos, cuando nos llegue la hora a unos y otros, habremos vencido, porque nosotros seremos inmortales, mientras haya alguien en este mundo que se acuerde de nosotros, ahí estaremos, y seguro que por nuestras acciones se nos recordará mucho, pero para ellos, no habrá ni el recuerdo, sólo sus herederos, en modo de bienes, recordarán algo de esas personas, que fueron verdaderamente triunfadores de su propia desgracia.
Los auténticos triunfadores somos lo que somos, mas no lo que tenemos, para los otros triunfadores es lo contrario, y paradójicamente, cuanto más poseen, menos tienen, estos triunfadores, tienen un denominador común, que es la ausencia de amigos, aunque siempre están rodeados de gente (parásitos, que cuando ya no hay donde chupar......, a tomar por culo la bicicleta), la riqueza del autentico triunfador está en el amor, porque si el que siembra trigo recoge trigo, el que siembra amor, recibe amor, y cuanto más se siembra, más se cosecha, y mira por donde a los otros triunfadores le pasa lo mismo, siembran con su poder, desde lo alto de su pedestal, la desconfianza, la soberbia, el egoísmo, la discordia, la ambición, dejando un rastro de tristeza, amargura, ira y odio en todo cuanto rozan con su pestilente presencia, y eso es lo que cosechan, traducido en buena posición social, laboral, económica...., y se creen felices, dominadores y dueños de nuestras vidas, pero nosotros reímos, y nos reímos de ellos, y cuanto más grande es nuestra risa, más grande es nuestro triunfo, y el día en que desencarnemos, cuando nos llegue la hora a unos y otros, habremos vencido, porque nosotros seremos inmortales, mientras haya alguien en este mundo que se acuerde de nosotros, ahí estaremos, y seguro que por nuestras acciones se nos recordará mucho, pero para ellos, no habrá ni el recuerdo, sólo sus herederos, en modo de bienes, recordarán algo de esas personas, que fueron verdaderamente triunfadores de su propia desgracia.